No es que sea un gran aficionado a la música electrónica, pero la que suena en REZ es maravillosa. No me gustan especialmente los juegos ultra-cortos y ultra-fáciles, pero REZ tiene uno de los mejores equilibrios de dificultad y duración que he podido ver en videojuego alguno. Nunca he consumido drogas, pero no hay duda de que jugar a REZ es algo parecido. O algo superior, tal vez.
Jugar a REZ es hacer un viaje astral, despertar tu imaginación, poner a prueba tus sentidos, perderte en una psicodelia infinita, bailar con tu alma, sentir como lo sideral se apodera de ti. Puede que no tenga sentido nada de lo que he dicho, ¿pero acaso REZ tiene sentido?
Podría haber tenido sentido ahora, cuando los videojuegos mejor considerados son juegos indie desarrollados por cuatro barbudos checos que tratan sobre la levedad del ser. En aquel lejano 2001 no existían los juegos indie, todo era un triple A. REZ es un juego extremadamente arriesgado y adelantado para su época, ha creado escuela, y por ello le respeto.
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