No me gustan los juegos de estrategia en tiempo real. Los de turnos si, con ellos puedo pensar bien lo que hago, pero los de tiempo real me agobian, me marean y se me hacen cansinos a las pocas horas. Eso no evita que haya intentado adentrarme en este género, con algún que otro título que me ha gustado bastante como Starcraft, Age of Empires, Imperium, Tzar, Battle Realms o el juego que ahora nos ocupa: Warcraft II.
Para empezar, la fantasía medieval me encanta, y más cuando tiene ese aire autoparódico. Puede que Warcraft II no tenga el mejor diseño artístico de la historia, pero es muy carismático, que también es importante. Otra cosa me gusta mucho es su doblaje al castellano, horripilante, pero tan horripilante que hace gracia. Cada vez que recuerdo ese "trabajo completado" dicho por un orco con hemorroides me entra la risa.
Pero todo esto son falacias, porque su verdadero punto fuerte es la jugabilidad. No tan sencillo como para poder ser jugado por ancianas raquiticas, pero tampoco tan complicado como para poder ser jugado únicamente por los gordopeceros más aficionados al género. Encontraba el punto medio, algo que muy pocas veces he podido ver en un juego de éste género, aunque tampoco sea ningún experto.
La mecánica es sencilla: haz que tus obreros te consigan recursos, utilízalos para conseguir unidades poderosas y carga violentamente contra el rival. Establecer bases defensivas será sencillo, idear estrategias será sencillo, el interfaz será sencillo. Y ojo, sencillo no significa fácil, sino sencillo, que es muy diferente. Ya lo he dicho antes, pero no creo que sobre que lo diga otra vez: encuentra el punto medio.
Starcraft está mejor hecho, pero es mucho más difícil, y Warcraft III mete algunas mecánicas de RPG que complican la partida más de lo que considero necesario, por ello siempre me quedaré con Warcraft II y la risa tonta que me entra al escuchar "trabajo completado".
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