Con el bajón que me había supuesto la bajada de calidad del segundo capítulo, me había planteado remotamente abandonar la idea de seguir con esta sección. Craso error, este capítulo ha sido magnífico, una gran muestra de como este formato de "pequeñas películas" es algo que debería hacerse más.
El relato
Aunque Philip K. Dick es principalmente conocido por sus historias de ciencia ficción, de vez en cuando se aventuraba con historias ambientadas en la actualidad (de los años 50-60, se entiende), aunque no por ello dejaba atrás su principal característica: la percepción de la realidad.
Con unas descripciones parcas y rápidas, con "The Commuter", o "El abonado" en su traducción española, nos regala un relato ágil, de esos que están tan bien escritos que no puedes soltarlos desde el primer párrafo. Desde luego, en lo referente a su calidad literaria, aquí hay una gran muestra de porque Dick era tan respetado.
Por desgracia, la idea del relato peca de ser demasiado corta. Nos presenta una mitología muy particular y a un protagonista con mucho gancho, pero se acaba justo cuando parece que está a punto de arrancar. El final puede fardar de ser inesperado, pero le pasa lo peor que le podría pasar: parece más el primer capítulo de una novela que una historia cerrada. Me ha gustado y lo recomiendo, pero por lo bien escrito que está.
La adaptación televisiva
Tom Harper, su director, ya había trabajado en series británicas de gran calidad como lo son Peaky Blinders o Guerra y paz, pero no me había llamado tanto la atención como me había llamado hasta ahora, pues en esta ocasión aprovecha todo el surrealismo presente en la obra de Dick y nos sorprende con un acabado visual de muy alto nivel. Esos preciosos amaneceres, esa transición en entre lo real y lo imaginario, la forma de jugar con elementos recurrentes para contarnos cosas sin recurrir a diálogos... espero que tenga más oportunidades para destacar, pues se ha convertido en un director a tener muy en cuenta para el futuro.
También debo hacer referencia al guionista, pues añade los elementos necesarios (en este caso, un hijo con problemas mentales), para hacer que lo que fallaba en el relato original (final abrupto), se convierta en todo un acierto. También debo felicitarle por lo bien que ha logrado encajar diálogos explicativos en una historia tan enrevesada sin resultar cargante.
Pero si hay alguien que de verdad se hace dueño y señor de este capitulazo es Timothy Spall, haciendo la que es posiblemente una de las mejores actuaciones de su carrera, y hablamos de un actor que tiene a sus espaldas películas como Mr. Turner o Sweeney Todd. Sin caer en ningún momento en la sobreactuacción, muestra todo tipo de estados de ánimo y logra transmitir todo tipo de sensaciones aunque sea una escena sin un solo diálogo.
El primer capítulo me gustó mucho por su estética y su ambientación, el segundo no me acabó de gustar aunque tenía un final potente, pero este tercer episodio me ha encantado. Hay muchos que le están dando a Philip K. Dick's Electric Dreams la calificación de "la nueva Black Mirror", y desde luego, si sigue con esta tónica, es merecedora de ese título.
No hay comentarios:
Publicar un comentario