Hoy traigo una reflexión que escribí hace tiempo, cuando me corté mi primera barba medianamente larga. Hace unos meses lo tuve que volver a hacer, y seguramente en las próximas semanas me voy a ver obligado a volver a hacerlo si quiero conseguir trabajo. ¿Por qué cojones me tengo que cortar la barba, eh, POR QUÉ? Esto, y una cutre-reflexión sobre el consumo y las modas, en el texto que continúa:
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Yo antes era un buen chaval. Tenía mi casa, mis aficiones, mis
amigos, mi tranquilidad. Un día me quede sin trabajo, pero no pasaba
nada, no soy un tipo muy derrochador. De vez en cuando me compro
algún videojuego, pero ya está, con lo que cobraba del paro tenía
bastante.
Yo tenía una perilla, la cual me hacían recortar de vez en
cuando en mi antiguo trabajo. Me dolía, ya que a mí me gustan las
barbas muy largas, como la de Wayne Static (cantante de Static X) o
Shavo Odadjian (bajista de System of a Down), pero a pesar de ello,
me dejaban que fuera lo bastante larga como para poder agarrarla con
la mano.
Pero un día, por razones del destino, me quedé en el paro. Por
un lado mi cabeza pensaba “maldición, ya no me puedo comprar
videojuegos el día de salida”, pero por otra parte pensaba “bien,
por fin puedo tener el aspecto que quiera, sin que nadie me diga cómo
debo de ser físicamente por el hecho de pagarme un sueldo de mierda”.
Mi libertad era total. Podía dejarme el pelo todo lo largo que
quisiera, podía hacerme pendientes sin que ningún engreído me diga
que son de chica. Podía hacerme rastas, podía teñirme el pelo de
los colores del arcoíris. Podía hacerme un agresivo tatuaje de un
agresivo dragón con una agresiva pose, o un ñoño tatuaje de los
Teletubis en la frente. Podía hacer lo que quisiera con mi aspecto.
Pero habían dos problemas: el primero es que todo esto cuesta
dinero, y el segundo que nunca me cogerían en un trabajo. Así que recurrí a la única cosa que no requería dinero y no me
suponía un impedimento para conseguir trabajo: me deje barba.
En un principio sólo me dejaba la típica barba juvenil, la cual
consiste en dejarse las patillas y la barbilla unidas entre sí. Al
tiempo le añadí un bigote, el cual me daba un toque un poco más
“de adulto”. Pero esas barbas tan “típicas” no me llenaban.
Las lleva la gran mayoría, crecen enseguida y casi no requieren
cuidados. Así que empecé a dejar crecer la barbilla, al igual que
los dos músicos anteriormente mencionados.
Mis amigos y familiares insistían en que me la quitara, que eso
era muy feo. Pero a mí me daba igual, yo la veía hermosa, la veía
crecer y le recortaba los lados para que no quedara descompensada. Me
miraba al espejo, y me ponía de perfil para ver lo larga que estaba.
Me la agarraba, me la acariciaba, la apreciaba. Era un poco como la
novia que nunca había tenido.
Pero la gente, a pesar de saber lo que sentía por mi barba, no
paraban de decirme que nunca conseguiría una novia si no me
afeitaba. Me decían que nunca me cogerían en un trabajo. Me decían
que la gente me rechazaría. No me dejaban ir a bodas, bautizos y
comuniones. Era un incomprendido. Pero me daba igual, tenía a mi
barba, no necesitaba a superficiales de mierda que se creyeran
mejores que yo por ir a la moda.
Pero un día, empecé a notar que el dinero que me llegaba del
paro pronto iba a acabar. Necesitaba dinero para seguir viviendo. Así
que busqué un trabajo. Al tiempo de enviar incontables currículos a
incontables restaurantes, incontables fábricas e incontables tiendas
de videojuegos, por fin me llamaron para una entrevista en un
restaurante de comida rápida.
Creía que con mi experiencia en hostelería y con mi labia mis
posibilidades para que me dieran el trabajo serian grandes. Pero
muchas personas me dijeron que tenía que ir “presentable”. En un
principio no les hacía caso, pero aunque me duela, tenían razón. Y
quería ese trabajo.
Así que me puse manos a la obra. Cambié mis habituales
pantalones anchos y mis cadenas por unos ajustados e incómodos
vaqueros sin ninguna cadena colgando. En lugar de llevar una ancha
camiseta con el logo de un grupo de metal me puse una ridícula
camisa, con sus botones y todo. Me quite mi gorra, para peinarme y
hacerme una coleta. Esto me dolió, pero con no mirarme al espejo
podía aguantar un par de horas.
Pero llegó la parte difícil: recórtame la barba. La gente me
decía que me la cortara del todo, pero no me gustaba la idea. Era
como matar a una mascota enferma: por mucho que sepas que es lo
mejor, sigue doliendo hacerlo. No pude hacerlo. Aunque las tijeras estaban en mi mano, mi corazón
freno a mis hábiles dedos. Tuve que pedirle a otra persona que lo
hiciera.
Cuando lo hizo no sentí ningún dolor, el problema fue cuando mi
mano acaricio mi cara. No podía creer lo que pasaba. Meses dejándola
crecer, queriéndola, teniendo esperanzas de que algún día fuera
todo lo larga que me gustaría que fuera, para al final cortarla.
Pero sabía que esto me daba una oportunidad de tener trabajo, así
que aguante mis gritos de rabia y desesperación.
Una vez concluyó la entrevista, me dijeron que me contrataban,
pero que tenía que afeitarme del todo. No lo podía creer. Me
sacrifico, me visto como se supone que es lo correcto, me corto una
barba que estaba dejando crecer meses, para que me digan que me
afeite del todo. Como un niño. Como hacen los hombres simples, que
ocultan su masculinidad en litros de after-shave y colonia cara.
No hago daño a nadie, no es anti higiénico. Mi ropa no tiene
nada malo. Mi gorra me gusta. Mis cadenas me gustan. Me gusta mi
barba. No lo digo a nadie como debe de vestirse, como tiene que
asearse, como debe peinarse. Pero esos cabrones se creen algo por
darme consejos de asquerosa moda. Se creen que por pagarme un sueldo
tengo que ser como ellos digan.
Que les jodan. Y no va por los cabrones del restaurante de comida
rápida, la cual es mucho más perjudicial para el cuerpo que un pelo
de barba, lo digo por la sociedad en general.
La cultura nos enseña a temer a tipo tatuado, a asquear al que
lleva una larga barba, a llamar fea a la mujer que no se llena la
cara de asqueroso maquillaje. Yo soy mucho más respetuoso que la
mayoría. Nunca he juzgado a nadie por llevar traje, al menos en voz
alta. Ellos sí, me llamaban irrespetuoso por no llevar traje y
corbata a una superficial boda. Me han dicho que el pelo largo es de
chicas. Me han dicho que los pendientes son de gitanos. Que los
videojuegos y que la música que escucho es de frikis.
Me gustaría gritar un “¡Que te jodan!” a todos los que me
dicen esto, pero sé que así nunca conseguiré trabajo. Y si no
consigo trabajo lo perderé todo, ya que todo cuesta dinero. Hasta la
familia y los amigos. Si no llevas un regalo en navidad la familia se
cabrea contigo. Y con los amigos tienes que ir de vez en cuando a
cenar y a ruidosas discotecas, sino te consideran un raro y se van
distanciado de ti poco a poco, tan poco a poco que ni siquiera duele.
Me duele, pero me tendré que afeitar. Si sigo así no seré más
que otra persona gilipollas en la masa gilipollas que se deja llevar
por los anuncios de calzoncillos. Tengo que hacer algo para escapar
de toda esta mierda.
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