Si siempre ha habido algo que me ha molestado en el mundo de los videojuegos, es que a los títulos que aparecen en sobremesa se les da mucha más importancia que a los que aparecen en portátiles o en móviles. Sería algo así como la mayor importancia que se le da al mundo del cine a las producciones americanas que a las europeas o las asiáticas. Ahora mismo, con la explosión del mundillo indie, la cosa está cambiando un poco, pero no demasiado, ya que todo el mundo habla de Gone Home o The Stanley Parable como unos de los mejores juegos del año pasado, pero muy poca gente nombraba a las últimas entregas de Fire Emblem o Pokèmon, y eso que vendieron muchísimo más.
Como podréis suponer, de eso trata un este texto de Castlevania: Aria of Sorrow. Gráficamente explota al máximo la consola en la que corre, musicalmente es excepcional, tiene un arte muy currado, es bastante largo y sus sistema de combate está depuradísimo. Y aún así, nadie se acuerda de él.
Aria of Sorrow no sólo está bien hecho, si no que es muy divertido. Es difícil, pero retante. Es largo, pero no repetitivo. Tiene un buen arte, pero es variado entre todos esos diseños góticos. Tiene muchos tipos de enemigos, y cada cual requiere una estrategia completamente distinta para vencerlo.
Soy incapaz de encontrarle pegas importantes. Es un juegazo. Solo que hace tiempo que no lo juego. De hecho, a medida que escribo este texto, me están entrando ganas de volver a jugar.
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