Sinopsis: El señor Burns necesita una transfusión de sangre, y para su desgracia, resulta tener un tipo de sangre muy raro. Por casualidades del destino, Bart resulta ser un donante válido, y Homer le obliga a donar su sangre esperando una cuantiosa recompensa del señor Burns.
Capítulo con una estructura extraña, por lo tanto, difícil de valorar. A pesar de que los gags son continuos, hay ciertos parones referentes al conflicto del Sr. Burns, lo que lastra enormemente la comicidad que pueda existir en el argumento. Además, no hay ningún gag especialmente gracioso.
En comparación con el resto de episosodios estrenados hasta el momento, tiene la virtud de que la tradicional subtrama no se molesta (Lisa enseñándole a Maggie palabras difíciles), ya que su importancia es mínima y termina con un chiste medianamente gracioso. Además, ese recurso de que Maggie es extremadamente inteligente se utilizará con frecuencia en el futuro, no siempre con buenos resultados.
La verdad, poca chicha le veo a la historia, pero si al final: si en el anterior capítulo (Tres hombres y un cómic) se burlaban de las historias con moralejas, en éste directamente tienen una profunda conversación sobre las moralejas, las consecuencias de los actos y del karma. Como ya he dicho en otras ocasiones, hay algunos capítulos de Los Simpson que deberían poner en los colegios para que los niños aprendan ciertos valores, y sin ningún tipo de duda, éste seria uno de ellos, aunque su calidad no sea desbordante.
Por cierto, como dato a destacar, el director fue David Silverman, el que unos años después co-dirigiria películas como El camino al Dorado, Monstruos S.A. y dirigiría en solitario Los Simpson: La película.
Mejor frase: (Homer) -Hola, soy el señor Burns, creo que tienen una carta dirigida a mi.
(Cartero) -Muy bien señor Burns, ¿cuál es su nombre de pila?
(Homer) -¡Oh!, eh... no lo sé.
Mejor momento: La conversación del final.
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