domingo, 19 de abril de 2015

No me gusta odiar a la gente que me odia


Mi madre me dijo algo de pequeño, y desde entonces, se me ha quedado grabado a fuego en la cabeza: "si no te gusta que te hagan algo, no se lo hagas a los demás". No recuerdo el contexto, pero diría que fue en una pelea de patio de colegio o algo así. Puede parecer la típica frase que se le queda al protagonista del típico drama de Antena 3 que ponen después de comer, pero por muy ridículo que suene, la frase me caló, ya que desde entonces he tenido esa frase como filosofía de vida.

Sobra decir que rompí esa norma mil y una veces, y (ante mi vergüenza) estoy seguro de que la romperé mil y una veces más. Pero a pesar de todo, quiero intentar cumplir esa máxima. Debo intentarlo. Se lo debo a los demás. Se merecen mi respeto, aunque me odien. Y como no me gusta que me odien, yo no odiaré a nadie. Tendré mis diferencias, incluso ni les hablaré, pero en ningún momento les desearé nada malo ni hablaré mal de ellos a terceras personas.

Por desgracia, hay veces que me cuesta no odiar a la gente que me odia por no odiar.

¿Eres del Barça o del Madrid? ¿De Marvel o DC? ¿De izquierdas o de derechas? ¿Playa o montaña?¿Ateo o religioso? ¿Rubias, morenas o pelirrojas?

Todas estas preguntas me obligan a elegir una opción, por lo tanto, se supone que debo odiar algo más que otro algo. El ying y el yang. Blanco o negro. Acertado o desacertado. Bueno o malo. Las personas que hacen estas preguntas no se plantean una posible respuesta intermedia, por lo tanto, si respondo un simple "ninguno de los dos", se enfurecen, obligándome a elegir entre sus dogmáticas opciones.

"Algo odiaras", puede que pienses, querido lector, y así es, odio una buena cantidad de cosas. Odio los productos infantiles con un claro mensaje consumista, odio las películas románticas clónicas, odio el alboroto que se forma en las redes sociales cuando se muestra el tráiler de alguna película muy esperada, odio las fiestas locales, odio las discotecas, odio que el consumo de alcohol sea legal. Odio muchas cosas.

Pero me temo que odiar todas estas cosas no arreglarán el problema, más bien al contrario, lo agravarán. No voy a intentar cambiar la mentalidad de toda esa gente, ya que no me gusta que me la intenten cambiar a mí. ¿Es que acaso yo tengo el poder de la verdad absoluta? ¿Yo decido que es lo que está bien y lo que está mal?

Hay gente que me odia, soy perfectamente consciente de ello. Y hasta donde yo sé, me odian por no compartir algo con ellos. Que ame o no ame a algo, que me guste o no me guste algo, que haga o no haga algo, que diga o no diga algo, que crea o no crea algo...

No les odiaré. Odiaré su forma de ver la vida, simple, moralista, dogmática, arraigada a unas raíces que siguen regando por pura inercia. Pero no les odiaré. No me gusta que me odien a mí.


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